La vida contra las cuerdas, ¿no es acaso lo que concentra a una persona? ¿No le hace desempolvar una resistencia que imaginaba imposible? La fuerza honda, de dentro a fuera, es el espejo de estos relatos. La gran dentada a la mordaza que impide respirar. La seguridad tácita en la buena estrella, que distante como todas las estrellas, tiene que brillar como cada noche. Por más cerrada que sea, se confía en que salga ese punto de luz. Los personajes de London guardan esa esperanza cuando el suelo cede.

Foto por babelio.com
Jack London (San Francisco, 1876 – Glen Ellen, 1916) vivió muchas vidas y ninguna fue fácil. Un buscavidas, estuvo desfilando entre oficios variopintos por tierra y mar durante años. Sus grandes experiencias empujaron sobre el papel historias, personajes y anécdotas. Con una conexión natural con los parajes en los que se encontraba, burlaba la suerte, “la trampa del trabajo” y se entregaba al conocimiento directo de las personas, animales, lugares y lecturas.
London, como autor, llegaría a la fama por obras aún tan celebradas como La llamada de lo salvaje (1903) o Colmillo Blanco (1906) pero su andadura literaria comenzaría con la redacción de pequeños relatos ambientados en el mundo imaginario que se iba enriqueciendo con sus viajes y experiencias. Confluyó su decisión literaria con el apogeo de las revistas de bajo coste, gracias a nuevas tecnologías de impresión a finales del siglo XIX. Aquellas revistas trajeron un amplio mercado para historias breves de ficción que tuviesen repercusión popular.

Algo muy parecido a la edición que manejo. Esta tirada de Alianza Cien, publicada en 1993, manifiesta al principio de cada volumen: “Alianza Cien se propone acercar a todos las mejores obras de la literatura y el pensamiento universales en condiciones óptimas de calidad y precio, e incitar al lector al conocimiento más completo de un autor, invitándole a aprovechar los escasos momentos de ocio creados por las nuevas formas de vida”.
Esta iniciativa cultural, de libro con tamaño perfecto para portar en un bolsillo de pantalón o camisa, es una analogía muy reciente de aquellas revistas que iban buscando la publicación de autores a comienzos del siglo XX. Por un bistec fue publicado por primera vez en Saturday Evening Post un 20 de noviembre de 1909. El chinago, por su parte,fue publicado en Harper’s Montly Magazine, en julio de 1909.
Estos relatos son duros, nos sitúa en la piel de unos personajes que tienen todo en contra pero que procuran mantener la sangre fría de seguir, hasta que no quede otra.
En Por un bistec se habla del hambre de un boxeador, una vieja estrella que debe volver a la lona para tener algo que aportar a su familia, manejando el miedo o evidencia que le causa un nuevo combate en su precario estado. ¿Quién iba a imaginar que a cualquier lector ajeno a este deporte le iba a enganchar tanto la historia?
En El chinago nuestro protagonista es un chino anónimo más dentro de una plantación colonizada por los soldados franceses. Se ha producido un asesinato y todos saben quién es el asesino… menos los franceses, quienes apuntan a nuestro protagonista como culpable, siendo inocente. El control de cuerpo y voluntad necesario para enfrentarse a tales pesquisas, no teniendo el idioma a favor, es una tensión creciente durante todo el relato.
Siendo dos relatos breves, no considero apropiado incluir un adelanto, más allá de lo explicado. Por lo que animo a internarse en su lectura, merece mucho la pena.
Disfruten del viaje, futuros lectores.
Deja un comentario