“El problema del escritor que lleva muchos años escribiendo es que el mundo y nosotros mismos cambiamos continuamente”. Si algo sabe Kapuściński es de movimiento. El mundo no se detiene, las personas no tienen raíces, el tiempo avanza y las historias evolucionan. La comunicación de esos hechos, las narraciones reales, deben ser transmitidas con eficacia y de forma directa. El mensaje debe llegar al público si se quiere cambiar las cosas.

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Ryszard Kapuściński (Pinsk, Polonia, 1932 – Varsovia, Polonia, 2007) era consciente de la necesidad de informar. Sentía la búsqueda de la verdad como pulsión para provocar metamorfosis en las realidades que trabajaba. La costosa tarea de nombrar las cosas conforme a lo que son. Alguna vez dijo que él no se encargaría de “pisar cucarachas, sino en prender la luz para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse”. Maestro vocacional del periodismo narrativo, escritor, historiador, profesor y viajero. Combinó la historia general de los territorios en los que trabajaba con la experiencia del individuo, universalizando la visión. No lo tuvo fácil pero ello no le amedrentó. Reconocida su labor internacional por instituciones y gobiernos, siempre centró su atención en confundirse con las personas que le rodeaban y ser uno más.

En “Los cínicos no sirven para este oficio” se reúne dos conferencias y una entrevista del maestro Kapuściński. Las tres están datadas en los años noventa, por lo que las palabras que leemos guardan un poso empírico de casi cincuenta años de labor periodística. Mucho en la mochila. La profesión se palpa en cada apunte que da. Parte de una máxima sobre el buen hacer del periodista que se ha popularizado con el tiempo: «Se puede se escéptico, pero no cínico: el cinismo te aleja de la gente; los cínicos no sirven para este oficio». Y ahí tenemos el título de esta publicación recogida por Anagrama en España. Pero tiene su fundamento bien grabado en la conciencia: «No se puede escribir de alguien con quien no has compartido como mínimo algún momento de su vida». Esa implicación debe partir de la empatía. Pero no una empatía de manual de psicología. Kapuściński defiende que debe vivirse entre la gente de la que se va a hablar. Mimetizarse. Entender su forma de vivir y pensar. Ese esfuerzo cosecha una visión y una verdad. El buen hacer de un reportero.

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Esta concepción del periodismo es una segunda piel. No se concibe por temporadas. No es negociable. Kapuściński subraya que es un trabajo que ocupa toda la vida y no hay otro modo de ejercitarlo. Al menos si se busca la excelencia. Se requiere ambición, creatividad, pero únicamente importa la profundización de conocimientos. Una actualización constante. Estudiar y describir el mundo que nos rodea. Mantener un espíritu crítico y despierto. Según Kapuściński eso salva de verse arrastrado por el oleaje de los acontecimientos y presiones.
Defiende en este libro además que, para saber el futuro, no hay que fijarse en la política actual. La clave está en el arte. «Siempre ha sido el arte el que, con gran anticipación y claridad, ha indicado qué rumbo estaba tomando el mundo y las grandes transformaciones que se preparaban».

No obstante, en este libro se advierte de ese cambio de rumbo que desde el siglo XX está instaurado en los medios de comunicación. Ya no se premia ni se busca la verdad más estricta. El espectáculo y la competición entre medios de comunicación (y las empresas que detrás de ellos pujan) han tomado el volante del convoy de la actualidad. Lo que se publica, que es monotemático porque todos están donde todos están, es exclusivo y excluyente. Solo periodistas de raza, temerarios y profesionales, serían capaces de jugarse el tipo devolviendo un fiel reflejo de nuestro alrededor. Y ahí estarán los dignos herederos de Kapuściński.
Arranca el libro narrando:
“Antes que nada, quisiera expresar mi gran alegría por estar aquí. No es la primera vez que participo en una reunión de periodistas en Italia, y tengo muy buenos recuerdos de estos encuentros. En segundo lugar, quisiera decir que estoy contento de ver a tantos jóvenes. Nuestra profesión necesita nuevas fuerzas, nuevos puntos de vista, nuevas imaginaciones, porque en los últimos tiempos ha cambiado de una forma espectacular. Habéis nacido para llevar a buen puerto un trabajo que acaba apenas de empezar.”
Disfruten del viaje, futuros lectores.
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