LA LOCA DE LA CASA – ROSA MONTERO

Hay una voz ingobernable que todos tenemos en nuestra cabeza. Hay quienes tratan de acallarla, todo pragmatismo, pero ¿es acaso posible? A veces, esa voz toma el cuerpo de los miedos o la psicosis más hiriente. Sendas oscuras, habitaciones estrechas. Otras sin embargo, despliega ante nuestra visión escenarios imposibles, sueños y encuentros deseados. Dicen que puede ser infinita. También que ayuda a filtrar y modular el mundo que nos rodea. Esa voz es la imaginación o, como dejo dicho Santa Teresa de Jesús, <<la loca de la casa>>. De ese concepto nace esta obra, en la que se nos arroja a un experimento literario para explicar lo inasible que es ese poder.

Rosa Montero
Foto de zendalibros.com

Rosa Montero (Madrid, 1951) siempre se recuerda escribiendo. Ya desde los cuatro o cinco años, como algo innato, intrínseco a su ser. Expresa en su libro: <<El escritor siempre está escribiendo>>. Esa inclinación se suma a su curiosidad por conocer lo que le rodea, le atraviesa y lo que surge de su interior. Más allá de sus vertientes en el periodismo, teatro, como guionista, conferenciante o profesora, su energía se canaliza a través de la literatura. Su vida y memoria se organizan entorno a sus libros y relaciones. ¿Cómo trabaja la imaginación una escritora? ¿Y qué supone la literatura para alguien que solo tiene una vida? Común mortal, este libro es para todos.

Mi edición de Punto de Lectura

En La loca de la casa se desarrolla una suerte de confesión. Rosa simula contar en tono autobiográfico momentos destacados de su vida desde su veintena, edad con la que comenzó a publicar sus primeras obras. Habla de escritores, de la propia tarea de poner sobre palabras lo que toma forma en la mente, de los miedos que asolan cuando se mantiene una vida apoyada en la creatividad. Pero también se habla de momentos personales, de amigos y parejas, así como de personalidades públicas y anécdotas relacionadas a ellas. Pero no cabe olvidar dónde está el lector. En un libro, en una obra sobre la imaginación, en la atenta mirada de una escritora veterana a la que le atraen los juegos narrativos. Todo es ficción. Pero la duda que surge es, sin duda, el reflejo denso de su capacidad como escritora.

A medida que se avanza en la lectura se van apreciando cajones y bloques que Montero va apilando para hacernos retroceder y avanzar en una historia con matices que no debemos aceptar sin condiciones. Salpica hechos reales y experiencias que deben ser propias con su inventiva. No importa únicamente lo que cuenta, también la forma y metodología.

Su estudio
Foto por infobae.com

Por otra parte, es uno de esos libros que se acaban antes de darse cuenta. Secuestra la atención y nos cubre con una especie de síndrome de Estocolmo muy acogedor. Se hace breve pero no interrumpido. Es un discurso bien labrado en el que se puede ir rescatando nombres y obras que luego ir a buscar al mundo exterior. Sirve como manantial para esa misma sed de conocimiento que parece cruzar a la escritora por sus años ficticios. <<Creo que la vida es un misterio descomunal del que apenas si rascamos la cascarilla, pese a nuestras ínfulas de grandes cerebros>>.

Es un libro para todos pero que quizás gocen más aquellos atraídos por el ejercicio de la escritura o la atención a los procesos creativos de los escritores. Su discurso es cercano, tanto como mantener una conversación con la propia autora. La foto de la portada, al menos la que tengo en mi edición de Punto de Lectura aparece una niña sobre una foto en blanco y negro. Esa misma niña es Rosa Montero. Un guiño más para confundir entre realidad y ficción en esta especie de ensayo autobiográfico.

Arranca la novela narrando:

Me he acostumbrado a ordenar los recuerdos de mi vida con un cómputo de novios y de libros. Las diversas parejas que he tenido y las obras que he publicado son los mojones que marcan mi memoria, convirtiendo el informe barullo del tiempo en algo organizado. “Ah, aquel viaje a Japón debió de ser en la época en la que estaba con J., poco después de escribir Te trataré como a una reina”, me digo, e inmediatamente las reminiscencias de aquel periodo, las desgastadas pizcas del pasado, parecen colocarse en su lugar. Todos los humanos recurrimos a trucos semejantes; sé de personas que cuentan sus vidas por las casas en las que han residido, o por los hijos, o por los empleos, e incluso  por los coches. Puede que esa obsesión que algunos muestran por cambiar de automóvil cada año no sea más que una estrategia desesperada para tener algo que recordar.” 

Disfruten del viaje, futuros lectores.

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