LA NARANJA MECÁNICA – ANTHONY BURGESS

<<En este mundo perverso todo cuenta.>> Esa es la marca que queda, con talento de navaja, en el lector de esta novela. Como una muesca sobre madera. Algo promovido por la brutalidad y alguna razón subordinada. Un grupo de jóvenes, jugando su papel de eternos, desatando la violencia y el antojo que pueden abarcar en sus manos. ¿Dónde? En un escenario de miedo cruzado. Abusos policiales frente a bandas callejeras. La sociedad que ha cedido el poder frente a la sociedad que reniega a arrodillarse bajo ninguna circunstancia. La falta de moral balanceándose entre la ingenuidad y la falta de referentes. Esta novela tiene bastante de protesta entre líneas y una buena dosis de aislamiento.

Anthony Burgess –
Foto de trabalibros.com

Anthony Burgess (Manchester 1917 – Londres 1993) repudió esta obra, a pesar de ser su criatura. Con gusto la hubiese enterrado en el olvido. Teniendo otras obras que él apreciaba superiores, sentía la insatisfacción propia del artista que triunfa con una pieza de juventud y el público no le reconoce más floritura. Y es que Burgess como creador fue extraordinario. Ya de joven tenía predilección por la música, llegando a componer sinfonías y estrenándolas con tan sólo 18 años. Una vez casado,  le detectaron una enfermedad mortal. A fin de dejar una fuente de ingresos a su esposa tras su previsible muerte, se dedica a escribir con ahínco y terminar novelas, ensayos y críticas literarias en un periodo de cinco años. Tras el lustro, le confirmaron el error médico, posibilitando que escribiera durante cuarenta años más. Nunca exento de polémica ni profundidad.

Mi edición perteneciente a la colección
<<Las 100 joyas del milenio>>

En La naranja mecánica saca a relucir una de sus cualidades más patentes. El placer y facilidad que presenta frente a los idiomas. De hecho, Burgess hablaba con soltura más de cinco idiomas, y se incursionó en otros tantos. Y es que debemos avanzar por  la primera página deduciendo el lenguaje ficticio que crea para su protagonista, Alex. Su vocabulario propio, que aparece como asimilado por la generación de jóvenes, permanece como una distancia más frente a ese mundo tan normalizado que le rodea. Pero atrapa muy rápido. Hay que echarle valor si comienzan a temblar las rucas. Poco a poco, tolchoco a tolchoco, esas palabras se abren camino en la golová y se acaba por comprender.

Una de las causas por las que esta historia está en la memoria de la mayoría fue la magnífica película de Stanley Kubrick. Salvando algunas licencias, como ese vestuario tan característico que no es el original, a pesar de que ambos son bastantes inusitados, el filme recoge muy bien el espíritu de la obra literaria. La presencia enorme de la música clásica, los escenarios, las incursiones violentas y el famoso método de <<curación>> que el gobierno intenta implantar. No obstante, la verdadera polémica que Burgess sumó para su repudio fue el final de la película, siendo y no siendo el del libro.

Fotograma de la película de Stanley Kubrick
Pinterest

Sin destripe, pues tanto el libro como la película merecen ser disfrutados, el libro tiene veintiún capítulos. Pero en su lanzamiento inicial en Estados Unidos, cierto editor le recomendó abandonar el último capítulo por considerarlo demasiado  british y que traicionaba a la obra. En el resto del mundo se extendió la publicación completa. Pero Kubrick, a pesar de rodar en Inglaterra su proyección, lo hizo atendiendo a la edición norteamericana, sesgada de su final original. El famoso capítulo suprimido. Otra razón para leer esta gran obra.

La juventud, descrita como una masa violenta que no distingue a los ilustrados de los bobos, intenta expresarse de muchos medios ante tanta limitación. Nada nuevo, como toda generación que busca su identidad. Pero entre líneas parece deducirse la incapacidad de los jóvenes para usar esa energía para la creación, no por escasez de medios, sino por falta de motivación. Porque refleja en su novela la sensibilidad y reflexión que puede alcanzar un adolescente cualquiera, siempre cobijada en la música o en un espacio personal. Pero aquí una advertencia: Los jóvenes necesitan libertad, sueños que perseguir y referentes. Un rincón donde aislarse del mundo y un altavoz por el que expresarse. Lo contrario se filtra como represión. Y siempre es más fácil ceder a los idiomas de la violencia.

Arranca la novela narrando:

–¿Y ahora qué pasa, eh?

Estábamos yo, Alex, y mis tres drugos, Pete, Georgie y el Lerdo, que realmente era lerdo, sentados en el bar lácteo Korova, exprimiéndonos los rasudoques y decidiendo qué podríamos hacer esa noche, en un invierno oscuro, helado y bastardo aunque seco. El bar lácteo Korova era un mesto donde servían leche-plus, y quizás ustedes, oh hermanos míos, han olvidado cómo eran esos mestos, pues las cosas cambian tan scorro en estos días, y todos olvidan tan rápido, aparte de que tampoco se leen mucho los diarios.” 

Disfruten del viaje, futuros lectores.

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