MARGA GIL ROËSSET, TALENTO Y TRAGEDIA DE GENIO

Pintora, escultora, ilustradora y escritora. Marga Gil Roësset debe ser rescatada del ingrato olvido patriótico del masculino siglo XX.

España no tiene los suficientes fantasmas. Aún subsisten deudas enrojecidas en la historia del arte gestado entre sus fronteras. Por ello es necesario ajustar cuentas con la memoria, moldear el presente y así reencauzar el futuro, como sugería  Dickens por estas fechas navideñas.

Fotografía de Marga

Marga Gil Roësset es sin duda alguna una artista mayúscula con un genio poco comparable. Nacida en Madrid a principios del siglo XX en una familia acomodada con gran inquietud cultural y artística, recibió una educación amplia y profunda impartida esencialmente en el seno familiar, que la llevó a interiorizar conocimientos más allá de los académicos, como el dominio del piano, desenvolverse en cuatro idiomas, degustar viajes, conciertos y exposiciones artísticas, así como escribir y dibujar desde muy temprana edad.

Precisamente estas dos últimas artes mantendrían un coqueteo directo con Marga en todo momento de su efímera vida. A la breve edad de 7 años escribió e ilustró un cuento para su madre, siendo el primer testimonio de su capacidad inaudita para tales disciplinas. Y en los años 20, a los 12 años, publicaría junto con su hermana Consuelo otro cuento ilustrado por ella, “El niño de oro”, quedando patente sus trazos originales, seguros e impecables, inconcebible en alguien tan joven. Un año después llegaría a su culmen pictórico publicando en París “Rose des Bois”, de nuevo con su hermana y su destacado don para la escritura. Siendo así, y teniendo un mayor apetito artístico dejaría los lápices por el cincel y martillo, en un extravagante giro creativo encaminado a través de la escultura.

Esculpir no es tarea sencilla, menos socialmente para una chica de aquella época, pero Marga hacía brotar imágenes de su imaginario plenamente distintas a todo lo visto hasta el momento. Su madre intentó que recibiera la mejor educación posible y acudiendo a reconocidos maestros para que la tutelasen, éstos se negaron a influir en su talento autodidacta una vez que visualizaban sus obras, aconsejándole seguir su vigoroso instinto creativo. A los 22 años se presentó en la Exposición Nacional con una estatua nombrada “Adán y Eva” que triunfaría con gran repercusión, con el asombro adjunto que un cuerpo delgado y elegante como aquel moldeara con tanto brío y habilidad el granito y la piedra. O el mundo si se lo propusiese. Lo podía todo.

La sensibilidad y el exaltado mundo interior de Marga le llevó a conocer por aquella época, 1932, a su admirada Zenobia Camprubí, quién fue traductora de su leído Tagore, y con ella a su marido, Juan Ramón Jiménez, con quien tuvo cierta conexión afectiva que quizás confundió en cierta erotomanía. Un amor platónico no correspondido. Pero demasiado profundo como para dejarlo fluir en la corriente, por lo que se hundió abrazada a su dolor en la oscuridad de ese río emocional.

 En su descenso, un mal día de julio destrozó gran parte de su obra, quemó fotografías de las mismas, escribió cartas a familiares y a Zenobia, concedió su diario personal a Juan Ramón, y decidió renunciar a sus 24 años. Se pegó un tiro con el revólver de su abuelo. Brutal e impensable como toda su obra.

Pero sin duda alguna, para una genio como ella, toda autodidacta, libre de cánones y pautas, con una creatividad esgrimida con tanto pulso triunfante, esta no fue su mayor desgracia. La mayor tragedia es sin duda el olvido a la que le han sometido este casi siglo, siendo figura artística de sobrado peso que merece ser incluida en la destacada Generación del 27, como otras muchas de sus compañeras omitidas. O lo que es también injusto, acabar resignada al campo de lo anecdótico de terceros artistas, como podría ser el caso de la biografía de Jiménez, en este caso.

Asordinar su voz artística es un verdadero crimen, por ello hay que rescatar a todos los dignos creadores no reconocidos por la ceguera de los tiempos. Marga Gil Roësset fue una figura emblemática de talento e intuición creadora incomparable. Nadie en la historia ha presentado tanto recorrido artístico pictórico y escultórico con la tierna edad con la que ella lo hizo. Destacado por Ana Serrano, experta en la obra de Gil Roësset, sólo hay un caso en la historia que se asemeja a su progreso y fue en la música: Mozart. Reflexionar sobre la altura de su talento con esta comparativa quizás sea más didáctico.

La memoria sobre Marga Gil Roësset debe ser resucitada. Los genios no sobran en un país de hastío y olvido.

Sevilla, a 22 de diciembre de 2015.
Alberto Revidiego