LOS IMPOSIBLES AÑOS VEINTE, LA INESPERADA EDAD DE PLATA

Lo imposible solo existe hasta que pasa. Los años veinte, un oasis cultural fructífero e impensable entre décadas de terror y extremos por toda geografía. Europa bajo el microscopio del mundo. España disimulada en sus propios problemas. Y en su seno, bajo capas de hostigamiento moral, el florecimiento de personalidades que azotarían a la época que les tocó vivir, cincelando su firma sobre los mármoles que edificaban lo que los alemanes llamaron “Zeitgeist”, el Espíritu de su Tiempo.

Es muy difícil que coexistan tantos artistas que trasciendan al tiempo y a las cúspides marcadas hasta la fecha en sus dedicadas artes. Más aún que todos compartan nacionalidad, geografías, amigos, copas y hasta dormitorio. Confidentes o enemigos. Amores platónicos o de carne latente. Actos y omisiones. La vida desatada bajo la fortuna de la creatividad inmortal. La cuna de revolución y talento que tuvo España durante el siglo XX tiene difícil comparativa histórica. Fuente de envidias, estudios y admiración.

Poetas, prosistas, dramaturgos, pintores, directores de cine, escultores, actores, filósofos. Estos artistas, ramificados en sus destinos cruzados y paralelos, vinieron a conformarse como Generación, más por ideario del cambio que por edad. Cuaja el modernismo. Aterrizan las Vanguardias. Llegaron a reconocerles como la Generación del 27.

Imposible tratar a todos en un mero acercamiento a sus personalidades, pero la curiosidad invita a destacar algunos de sus representantes más característicos.

FEDERICO GARCÍA LORCA (1898-1936)

“La poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio”. Con esta frase, el poeta granadino, Federico García Lorca, definía el arte al que se dedicó toda su vida, aunque también coqueteó con la música creando composiciones que han estado presente en sus obras y curioseó el mundo del derecho, licenciándose en él, aunque la llamada de la estilográfica era más intensa, la cual, acabó esgrimiéndola como forma de vida. En 1918 se instaló en la Residencia de Estudiantes de Madrid donde conoció a poetas con los que compuso la futura Generación del 27 y a artistas de tal inspiración y amistad como fue Salvador Dalí, a quien le brindó un poemario completo Oda a Salvador Dalí (1926). Sus palabras influidas por las grandezas de Bécquer, Góngora y Juan Ramón Jiménez, denotó ya su estilo característico de drama, dolor, marginación y el velo del suspiro de la muerte tan constante en los versos lorquianos como preocupación esencial de su vida, reflejado en los símbolos de la luna, el agua y la sangre encontrados en Romancero Gitano (1928). Tras el paso por los paisajes de rascacielos neoyorquinos y enfrentarse a sus problemas emocionales como la tendencia suicida y el abrazo de la soledad, su pluma se tintó con el movimiento surrealista y la b  andera de la rebeldía contra la injusticia naciendo Poeta en Nueva York (1930). De vuelta a España, abatida en aires republicanos, Lorca se insertó en el arte de la farándula en la co-dirección de la compañía estatal La Barranca, desarrollando en sus obras teatrales el problema de la existencia humana como en La zapatera prodigiosa (1928) y en El público (1930). Un autor que murió trágicamente como el sino de sus personajes, mas su voz permaneció la vivencia de sus versos.

PEDRO SALINAS (1891 – 1951)

Salinas recogería el testigo de Garcilaso en el siglo XVI y Bécquer en el XIX. Su poesía es el Amor. Conceptual. Psicológico. Metafísico. La ruta poética que sobrevoló siempre fue por y para la amada. Destacó como profundo intelectual y humanista. Estudió Derecho, se doctoró en Filosofía y Letras. Llegó a ser catedrático de Literatura Española de la Universidad de Sevilla. Entre tanto, publicó su primer poemario “Presagios”. Poco después, “Seguro de azar” (1929) y “Fábula y signo” (1931), desnudando su facilidad para acceder a la esencia de las cosas. Pero sin duda alguna, su mejor creación reside en “La voz a ti debida” (1933) y “Razón de amor” (1936), obras que le coronaron definitivamente como el gran poeta del amor.Tú vives siempre en tus actos. Con la punta de tus dedos pulsas el mundo, le arrancas auroras, triunfos, colores, alegrías: es tu música. La vida es lo que tú tocas.” Amor opuesto al romántico sufriente, positivo, jubiloso, como punto de apoyo que impulsa el mundo. Colaboró con revistas culturales prestigiosas como Prometeo o Revista de Occidente. Tras la Guerra Civil se exilió a Estados Unidos. Su obra poética seguiría a lo largo de su vida, cediendo atención a temores de su tiempo, como la II Guerra Mundial, ejemplificado en el poema “Cero” sobre la bomba atómica: “Cayó ciega. La soltó, la soltaron, a seis mil metros de altura, a las cuatro. ¿Hay ojos que le distingan a la Tierra sus primores desde tan alto?”. Por otro lado, desarrolló su creatividad en teatro, prosa narrativa y crítica. Como hombre, fue amante de los sueños. Como poeta, accesible a lectores ingenuos y laberínticos para entendidos.

JOSÉ MORENO VILLA (1887-1955)

“No sé qué tiene ese amigo que siempre que viene siempre viene bien”, así determinó el escritor, Juan Ramón Jiménez, la personalidad del poeta de transición malagueño, Moreno Villa. Naciente en una familia burguesa dedicada al comercio internacional del vino, su padre lo destinó a Alemania para estudiar química con la intención de que siguiera la tradición familiar. Pero Villa, de regreso, sin carrera terminada, prefirió envolverse por el magnetismo del bohemio arte en el Café Inglés, entablando poéticas amistades con Emilio Prados y Manuel Altolaguirre e impulsando la célebre revista cultural Gibralfaro. En Madrid, como poeta digno del 27 hizo acto de presencia en la Residencia de Estudiantes de Madrid y como pintor cubista en la Exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos. Artista polifacético fue director del Archivo de Palacio Nacional divulgando las nuevas vanguardias españolas características en los años 20, época de renacer, de lo bohemio, de la modernidad, de lo inusual y de los sueños. Cumplió con el compromiso de esta tendencia dejando que su pluma forme parte de su antología con Jacinta la Pelirroja (1929), Carambas (1931) y más versos.  Con el auge de la Guerra Civil se exilió a EE.UU y luego a México donde sus versos se mexicanizaron escribiendo en este país su autobiografía Vida en claro (1944). Su pluma, su pincel, su creatividad, su imaginación y su rebeldía lo hicieron reconocido como Hijo de Málaga en 1998.

LUIS BUÑUEL (1900 – 1983)

La mirada poliédrica que Buñuel imprime en sus obras invita a perderse en los  universos, en los que humor, revolución, sorpresa, crítica social, ironía o drama pueden ser las notas melódicas de su espectáculo. Vanguardia en movimiento, en pantalla grande, en la memoria de todo público. Hablar de Buñuel es hablar de cine mayúsculo, cuyo origen se remonta a la Residencia de Estudiantes en 1917. En esos años entablaría amistad con José Moreno Villa, Federico García Lorca y Salvador Dalí, entre otros. Publicaría textos literarios, sus primerizos escarceos artísticos. En 1924 se licencia en Historia, Dalí pinta un retrato suyo y se traslada a París, siendo allí donde se inscribiría en la Academia de Cine un par de años después. A partir de entonces se incursionaría en numerosos proyectos fílmicos tanto en Francia como España. Cabe destacar que en 1929 comienza un guion con Dalí que acabaría conociéndose como “Un perro andaluz”, cuya plasmación se proyectaría con éxito en las salas parisienses. Otros de sus éxitos como director de cine fueron “Ensayo de un crimen” (1955), sobre la obsesión y la culpa; “Viridiana” (1961), sobre la pérdida de la inocencia, ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes; “El ángel exterminador” (1962), sobre el resurgimiento del instinto de supervivencia en toda clase social. Trabajaría para Hollywood, Warner Brothers e incluso para el gobierno republicano en plena Guerra Civil, con motivos propagandísticos. Sería reconocido como uno de los más trascendentes directores de cine por todo el globo. Hoy se celebra el 116 aniversario de su nacimiento.

VICENTE ALEIXANDRE (1898-1984)

De origen sevillano y de vivencia madrileña, la casa en la que vivió el poeta Aleixandre, estaba abierta para los amantes del arte, como Alberti, Neruda y demás artistas de vida. Aunque terminó persuadido por la sinuosidad de las letras, Aleixandre también izó la balanza de la justicia especializándose en Derecho Mercantil. Con la amistad de Dámaso Alonso conoció con más profundidad la literatura de Bécquer, Darío por lo que empezó a dedicarse a la poesía, sobre todo, cuando enfermó gravemente, etapa en la que sus poemas comenzaron a ser publicados en las célebres revistas culturales por donde tomó contacto con la Generación del 27 como Lorca y Cernuda. En sus comienzos de aprendiz de poeta, influido por los versos de Juan Ramón Jiménez, Aleixandre, aún está buscando su propia voz como poeta con su primer libro Ámbitos (1924-1927). Más adelante como poeta romántico mostró una influencia surrealista y pesimista del hombre ante la vida en su Espadas como labios (1932). Con la vejez de su estilográfica, las rimas de sabiduría y siendo Académico de la Lengua, se convirtió en el protector de los poetas españoles y sus palabras cambiaron de estilo a aires de solidaridad y encontrarse con los demás con Retratos con nombre (1965). En sus últimos años reflexionó ante la llegada del beso de la muerte con Diálogos del conocimiento (1974), concibiendo 3 años más tarde el Premio Novel de Literatura. Hombre que nació poeta y murió siendo poesía.

LUIS CERNUDA (1902 – 1963)

La lírica del sevillano Luis Cernuda siempre dirigió su mirada al norte. En concreto, Inglaterra y Alemania, por cuyas corrientes poéticas tuvo predilección. No obstante, compaginó su actividad como poeta con la licenciatura de Derecho, incursionándose en estudios literarios, llegando a ser alumno de Pedro Salinas. En 1927 publicaría su primera obra “Perfil de aire”, en la que ya se encontraría su impalpable sensibilidad, que desarrollaría todo su esplendor en obras como “Un río, un amor” (1929), “Los placeres prohibidos” (1931), con las que hará su entrada al surrealismo, “Donde habite el olvido” (1934) o “El joven marino” (1936). No obstante, su obra es la más ajena a la tradición poética nacional, aportando originalidad. Centraría su poesía en la lucha entre el deseo y los límites de la realidad. “Porque ignoraba que el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe”. De esta batalla se engendraría una angustia, desengaño y soledad que acompañaría al poeta hasta su último aliento. Tendría la marca de poeta fatal. Obligado por su “demonio” interior a practicar su vocación. Rebelde y fiel a sí mismo, expresa su desdén por la vida y la maldad humana, con versos de apariencia descuidada pero honda perfección dirigida a la sencillez. Reservado y difícil, sufrió su exilio por tierras anglófonas y Méjico.

SALVADOR DALÍ (1904-1989)

“El mal gusto es creativo. Es el dominio de la biología sobre la inteligencia”, así aduló a lo extravagante el pintor catalán, Dalí. Su conocimiento y su ansia de creación y curiosidad, le hizo coquetear con el surrealismo, dadaísmo y cubismo, exponiendo ya de forma colectiva en 1919 en el Teatro Municipal de Figueres. El padre le impuso para que se dedicase a la pintura ir a estudiar a Madrid Bellas Artes, viviendo en la Residencia de Estudiantes con artistas como Buñuel y Lorca con los que entabló una íntima amistad y futuros proyectos. En 1929 de nuevo en Figueres se dedicó plenamente a la pintura entre pigmentos y pinceles, en cuadros que ya tenía raíces de su surrealismo. En París, por medio de Joan Miró entró en contacto con los surrealistas encabezados por André Bretón y comenzó sus ideas fílmicas con Buñuel  con El perro andaluz (1929) y la Edad de oro (1930). En esa década, Dalí encontró entre mezclas su propio estilo, con una pincelada tradicional y una tonalidad vanguardista. En 1931 realizó su primera exposición individual en París con La persistencia de la memoria y publicó su libro El amor y la memoria. En esta década pintó sus destacadas obras como, Huevos fritos al plato sin el plato (1932). El enigma de Hitler (1936), Impresiones de África (1938). Intrigado también por el psicoanálisis inventó el método paranoico-crítico, que es la búsqueda de opuestos que se complementan de forma espontánea e irracional. Un pintor inquieto en el infinito arte de crear. 

RAFAEL ALBERTI (1902 – 1999)

¡Alerta, que en estos ojos/ del sur y en este cantar/ yo os traigo toda la mar!”. El gaditano fue pintor antes que poeta, ciudadano antes que leyenda. Hombre de su tiempo con marcada voz artística propia. Pintaba los barcos que el mar traía hasta que en 1925 ganó el Premio Nacional de Literatura por su obra “Marinero en tierra”, ya elogiado por Juan Ramón Jiménez. Ya en la Residencia de Estudiantes irradiaba amistad con Lorca, Salinas, Guillén, Dalí, Buñuel, Aleixandre y tantos otros. Ferviente comunista, sobresaliente en la Alianza de Intelectuales Antifascistas, se exilió tras la Guerra Civil en Buenos Aires y Roma. Se casó con su adorada María Teresa León, con la que fundó la revista Octubre, y viviría prósperos años, llegando a colaborar para salvar obras de arte frente a la destructiva Guerra, como por ejemplo “Las Meninas”. Cultivó teatro dramático y con tintes políticos, hizo adaptaciones cinematográficas de Calderón, redactó libros de memorias, estudios y prosa. Colaboró con prestigiosas revistas. Viajó. Conoció. Aportó. Poco se le resistió. Pero fueron sus versos los que llenaron las páginas más importantes de la poesía contemporánea. “Aunque no estaba la fuente,  la fuente siempre sonaba”. Esgrimiendo un andalucismo propio y cierta vena popular, su poesía transmutó diferentes etapas: La neopopularista (“Marinero en tierra, La amante, El alba de alhelí”) inspirada en el cancionero tradicional y folklore andaluz; la neogongoriana y vanguardista (“Cal y canto”), propia del entusiasmo de su generación, ejercicio virtuoso del barroco; la surrealista (“Sobre los ángeles”), verso libre, nueva experimentación; poesía política (“Elegía cívica”). Pilar principal de la Generación del 27 junto con Lorca, fue reconocido profusamente con premios como el Nacional de Literatura, el Lenin de la Paz, el Cervantes o el Nacional de Teatro. En 1977 regresaría a España. “Esta es la Andalucía que yo amo, la Andalucía que trascienda, que sobrepase. Para que no se tenga de ella la imagen que se tuvo tanto tiempo: la de una Andalucía de pandereta”.

Los espíritus jóvenes están llamados a cambiar y desarrollar la herencia que les preceden. Y esta invocación fue animosamente cumplida por los llamados a pertenecer a la Generación del 27, aquellos de facundas inquietudes, aquellos que desde la década de los veinte perseveraron contra la afonía del sosiego y lo conocido.

Izando la bandera de las vanguardias como un nuevo despertar convulsionaron la sociedad, traspasaron fronteras, moralidades, horizontes y conquistaron futuros vírgenes de renombre. La poesía fue la joya de esta corona polifacética, aventurándose una masculina Edad de Plata, mirando a los ojos desde la distancia al Siglo de Oro español en el que convivieron Lope de Vega, Quevedo, Góngora, Velázquez y otros muchos, otra de las infrecuentes casualidades históricas. Precisamente como homenaje al tercer centenario de la muerte de Góngora en el Ateneo de Sevilla se reunieron los poetas que, años más tarde, Gerardo Diego los acogería en una antología bautizándolos como la Generación del 27.

Pero la historia cultural, como todos nosotros, cumple con la máxima que aventuró Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias, y si no las salvo a ella no me salvo yo”. En esta época existe una prolija producción artística e intelectual femenina. De hecho, se presenta en España una verdadera Edad de Oro para las mujeres. Acallada de forma ruin y drástica, machista e injusta, conocemos hasta ahora la mitad de esta época de revolución desde el arte, el pensamiento y la intuición. Necesitamos conocer las voces femeninas que moldearon como sus compañeros el curso de su tiempo para tener una visión plena de un comienzo de siglo que cambiaría la Historia.

Sevilla, 24 de febrero de 2016.
Laura Campos
Alberto Revidiego