La Edad de Oro de las mujeres artistas de la Generación del 27 resurge con aires de vitalidad, intensidad y lucha en el libro de Las Sinsombrero, sin ellas la historia no está completa.
Las musas siempre fueron la inspiración de cada artista en cada una de sus ramas. Una mujer de amor platónico, de provocadora esencia inalcanzable. Cenit máximo de la fuente de la imaginación del hombre para crear sus más apasionadas obras. Siempre se reconoce a la mujer como el viento de la creatividad. Arte sin ser artista. Sin embargo, las musas también jugaron el papel del artista fundiendo inspiración y talento en cada rama cultural. Tomaron las tonalidades de la paleta, la esgrima de las palabras y la voz de la dirección en los escenarios. Tuvieron una voz propia. Única. Fuerte. Unísona. En la España de los años 20 se agruparon en la Generación del 27 con Buñuel, Lorca, Dalí, excelentes pintoras, poetas, novelistas, escultoras y pensadoras que desafiaron los estereotipos de la mujer de la época para dar un cambio en el pensamiento de la sociedad y el renacimiento de la mujer actual. Pero debido a los prototipos de su tiempo quedaron en un amplio olvido donde solo se reconocieron a los hombres artistas de su generación.
Sin embargo, sus voces han vuelto a nacer para ser escuchadas con más fuerza que nunca por el libro publicado este 23 de febrero llamado Las Sinsombrero, sin ellas la historia no está completa, escrito por Tània Balló. Nombre procedente por un acto cometido por Mallo junto a Manso a quienes se les ocurrió la idea de quitarse un día el sombrero, provocando la agresión de caminantes llegando a insultarlas incluso de promiscuas por el mero hecho inocente de ir sin sombrero.
Las Sinsombrero, una historia de artistas, luchadoras, intelectuales, republicanas que pintan los cambios de su sexo. Siendo ellas mismas, a contracorrientes, con alas para combatir los hechos de su época y su reconocimiento.
CONCHA MÉNDEZ (1898 – 1986)
Con su lema “vida y vivir” despertadora de las alas de la libertad, la poeta madrileña y editora, Concha Méndez se convirtió junto a la pintora surrealista, Maruja Mallo en una de las mujeres más afín intelectualmente a los hombres de la Generación del 27. Desde pequeña, su objetivo era ser alguien en la vida, rompiendo los clásicos estereotipos de las mujeres de su época hasta que ha conseguido ser en la actualidad un nombre renacido del olvido. Aprendió el arte de los versos de forma autodidacta y en el sino de su vida en sus veraneos por San Sebastián conoció a Luis Buñuel, quien la integró en el culmen de la cultura de los 20 que le animó con su pasión a publicar Inquietudes (1926) y Canciones de mar y tierra (1930) en la que se ve influjo marinero de la pluma de Alberti. Con un sentido de incomprensión en su entorno viajó a Buenos Aires para seguir con la perfección continua de sus versos. Fue allí donde conoció a la periodista, Consuelo Berges, que fue la culpable de gran éxito de Méndez en estas tierras. En 1931, en un café de atardecer con Lorca, le presentó al poeta Manuel Altolaguirre con el que creó la imprenta La Verónica, casa abierta para todo artista en la que editaron la revista Héroe que contó con las estilográficas de Juran Ramón Jiménez, Pedro Salinas y más autores. En su etapa de madurez, sus versos pintan una voz más personal, lúdica y autobiográfica como en Vida a vida (1932) y Niño y sombras (1936), este último por la experiencia de la muerte de su hijo. Fue una soñadora para las del pasado, una luchadora en su presente y una artista influyente en el futuro.
ERNESTINA DE CHAMPOURCIN (1905 – 1999)
Poeta. Ella era poeta. El resto que merodeara a su vocación le molestaba profundamente. No a las etiquetas. No a la adjetivación. Cuando le preguntaron a sus noventa y un años si podía definirse como sujeta a alguna temática principal o estilo respondió tajante: “No, poeta, nada más”. Carecía de conceptos, de banderas, de aspiración a reconocimientos. Gozaba del privilegio de mantenerse desdibujada. Y así fue desde su estreno en el mundo de la publicación con “En silencio”, datando el año 1926, cuando contaba tan sólo con veintiún años. Desde entonces las obras se sucederían, siguiéndoles “Ahora” (1928), «La voz en el viento» (1931), y «Cántico inútil» (1936), conquistando con este cuarteto un renombre en el panorama poético de Preguerra. Desea la modernidad. Por ello habla en sus poemas del baile, el jazz, la velocidad, vive rápido, rompe con las barreras que la sociedad le impone por ser mujer. Impacta. Su personalidad brillante comulga pronto con las voces masculinas del 27, se hace respetar, aunque siempre se encontraría en convivencia con el machismo histórico vigente. Gerardo Diego la incluiría en sus antologías en un principio, a la altura de sus compañeros, pero por ciertas presiones acabaría excluyéndola. Esposa del poeta Juan José Domenchina, viajera constante. Su vida sufriría exilios continuos. Primero, en su casa al ser republicana y venir de aristocracia. Segundo, en Méjico tras la Guerra. Al morir allí su marido, un tercer exilio anímico y espiritual, reencontrándose con la poesía mística y religiosa. Y un último al volver a España en 1972 y zozobrar al encontrarse aislada por el resto de compañeros literatos y poetas con los que alguna vez compartió todo. La página será entonces su único refugio, su libertad, porque nunca podría ser un muro. «Hay cosas que no son, pero que siguen siendo gozo, nostalgia, fronda que nunca hemos plantado, hermosura secreta que sólo fue latido”.
MARÍA TERESA LEÓN (1903 – 1988)
“Somos los que nos han hecho los años. / Cuando estamos definitivamente seguro de ser nosotros, nos morimos. / ¡Qué lección de humildad!”, proclamó una de las voces más representativas del testimonio español y comprometida con el papel den la mujer, la escritora logroñesa, María Teresa León. Artista de infinitas máscaras que coqueteó con las diferentes facetas de la cultura siendo novelista, ensayista, actriz y directora de teatro. Fue la primera española en conseguir un doctorado en Filosofía y Letras por influencia de su tía, en una Institución Libre de Enseñanza fundada por un grupo de catedráticos separados de la Universidad que defendían la libertad de cátedra. En 1928 publicó su primera obra Cuentos para soñar y un año después conoció a su compañero de vida, Rafael Alberti, juntos se unieron con el afán por promover la cultura por los pueblos fundando la revista Occidente. En plena Guerra Civil volvió a Madrid ejerciendo de secretaria de la Alianza de Escritores Antifascista, siendo artífice del lanzamiento del Segundo Congreso de Intelectuales en Defensa de la Cultura y del nacimiento de la revista El mono azul. En su escritura, León destaca como memorialista de la época que vive narrando la historia desde la perspectiva de una mujer. Ese afán de libertad de la mujer fusionado al deseo de libertad republicano. Su estilográfica ya madura de los años habla con otra voz con lo que nació Contra viento y marea (1941) y Juego limpio (1959). Tintes de palabras crudas, intensas y de dramáticas curvas mostrado también en sus obras teatrales como La libertad en el tejado (1989). Arte en el que fue subdirectora del Congreso Central de Teatro e impulsora de empresas teatrales por la España de la ansiada libertad. María Teresa León, mujer intensamente artística de corazón y de mirada político-poética.
JOSEFINA DE LA TORRE (1907 – 2002)
El arte latía vigoroso en De la Torre. La muchacha-isla, como la definió Salinas por su origen canario, acabaría adueñándose de la faceta artística a la que asomase el interés. Poeta, actriz, escritora, cantante, dobladora, académica de la Lengua. Amiga de la mayoría de las mentes más destacables de su época. Militante vocacional y multidisciplinar de la Cultura. Una energía cegadora para un público que se renovaría sempiterno en su admiración. Si Alberti era la voz andaluza de las letras, Josefina fue la voz insular. En 1927 publicaría su primer poemario “Versos y estampas”, con prólogo de Salinas. Ya en 1930 daría a luz su obra lírica “Poemas de la isla”, emblema de su obra, por su sencillez formal, lirismo interior y lenguaje cercano a la expresión popular. Cuatro años más tarde comenzaría a trabajar para la Paramount como actriz de doblaje a la par que Gerardo Diego la incluye, junto con Champourcín, en una antología, connotando su altura como poeta. Laura de Comminges sería su seudónimo para una colección de novelas comerciales que publicaría desde 1937, hasta que debutó en los años cuarenta como la primera actriz de la compañía del Teatro Nacional. Desde entonces intervendría en numerosas películas e incluso participaría en el Teatro Invisible de Radio Nacional en 1944. Dos años después fundaría su propia Compañía de Comedias. Imparable, en 1954 publicaría dos novelas “Memorias de una estrella” y “En el umbral”, no siendo hasta 1968 cuando editaría su tercer poemario “Marzo incompleto”. En la entrada del nuevo milenio sería nombrada miembro de honor de la Academia Canaria de la Lengua. Mas la enorme figura fue enterrada por la sombra de sus viriles compañeros del 27, siendo ella consciente desde que gran parte de ellos se exiliaron en la Guerra, hecho que le marcó dolorosamente pues se sintió acunada por ellos. Esta mescolanza sentimental quedó destacado en “Mis amigos de entonces” que concluía diciendo “ignoro en qué ciudad y si llegará el día en que vuelva a sentirme descubierta”.
ROSA CHACEL (1898 – 1994)
Escritora de emprendimiento en las curvas de la escultura, la vallisoletana, Rosa Chacel nació en un ambiente que le permitió desarrollar su afán sinfín literario y su característica personalidad independiente. Sus manos prefirieron las curvas de las palabras y empezó a frecuentar los foros artísticos de la cafetería “Granja de Henar” contactando con Ortega y Gasset, Unamuno, entre otros. Con el filósofo consiguió publicar varios artículos en la Revista de Occidente y más tarde, su novela “Ida y vuelta” (1930). En esta época también publicó u gran libro llamado Teresa (1930) con un mensaje claro para la mujer: transformar el estado social y la escala de valores con la pretensión de liberar el papel de este sexo para que tomara el rumbo de su propia independencia. En la etapa de la Segunda República alza su actitud de rebeldía y colaboró con publicaciones de izquierda. Chacel con su pluma y papel de viaje se trasladó a Berlín, luego a Buenos Aires donde publicó su mejor obra literaria “Lasinrazón” (1960), y de vuelta otra vez a Madrid concluyó “Barrio de Maravillas” (1976). Escritora sincera de estilográfica republicana y de voz de libertad.
MARÍA ZAMBRANO (1904 – 1991)
Decía Octavio Paz que María era filósofa pero siempre andaba con poetas, aunando mundos, viviendo en la inusual frontera entre filosofía y poesía. La malagueña se erguiría como la figura femenina más destacada de la intelectualidad española. Desde que comenzó sus estudios de filosofía llamó la atención, doblemente, por su brillantez, por ser mujer, hecho inaudito en la época. Asistiría a las clases de Ortega y Gasset llegando a ser la pupila predilecta de éste el resto de su vida. A inicios de los años veinte ya participaba activamente en las tertulias de la Revista de Occidente, así como en los movimientos estudiantiles y los periódicos de la ciudad. Publicaría su primer libro en 1930, “Horizonte del liberalismo” y un año después sería nombrada profesora de Metafísica en la Universidad. Convencida republicana, intervendría en mítines y asistiría el 14 de abril a la Puerta del Sol a la proclamación de la II República Española. Durante la Guerra Civil publicaría la primera versión de “Los intelectuales en el drama de España” y una antología de García Lorca, desde el extranjero. No obstante, volvería en mitad de la Guerra porque afirmaba que siente que España la necesita, teniendo una gran presencia entre los círculos de intelectuales. Tras la contienda se exilia en mudanza continua entre Europa y Latinoamérica, se reúne y relaciona con otros artistas, publica en 1939 “Pensamiento y Poesía en la vida española” y “Filosofía y Poesía”, planteando diferencias y nexo entre el filósofo y poeta. Le atrae el concepto de Utopía. Sueña o delira con una España libre y progresista. María fue de las pocas mujeres plenamente reconocidas después de la dictadura, recibiendo los premios Príncipe de Asturias (1981) y Cervantes (1989), además de numerosas distinciones nacionales y extranjeras.
MARUJA MALLO (1902 – 1995)
“Entre Verbena y Espantajo toda la belleza del mundo cabe dentro del ojo, sus cuadros son los que he visto pintados con más imaginación, emoción y sensualidad”, así calificaba el fiel amigo Lorca, las obras de la pintora lucense, Maruja Mallo. Artista de personalidad fuerte, emocional e intensa, se mudó a Madrid con tan solo 20 años para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando donde entró en contacto con Lorca, Dalí, Buñuel, envolviéndose del culmen artístico de su generación, aunque también se relacionó con Ernst, Miró de su tendencia surrealista. Su pincel entre pigmentos marcaban la vitalidad de la República de la que era tan comprometida, la cual, suponía un doble despertar para la mujer: el despertar político de libertades que ellas instauraron y el despertar de la condición social femenina. En esta etapa colaboró con Alberti en los decorados del drama Santa Casilda (1930). El afán de viajar de estos artistas hizo llegar a Mallo a París donde expuso su primera vez en la Galería Pierre Loeb en 1932 y en la que Bretón le compró su primera y una de las más importantes de sus obras “Espantapájaros” (1929). De nuevo, en la España de la República participó de forma intensa en la Sociedad de Artistas Ibéricos, además de trabajar como profesora de Dibujo en el Instituto de Arévalo, en el Instituto Escuela de Madrid y en la Escuela de Cerámica de Madrid. A partir de 1936, se envuelve entre las tonalidades de cálidos y fríos creando reconocidas obas como “Sorpresa en el trigo” (1936). Cuadro inspirado en la manifestación de Primero de Mayo en Madrid en un desfile en el que Mallo vio a un hombre que venía dese Tarancón y solo quería una migaja de pan. También pintó “Figuras” (1937). Sus sombras y gamas representaban el dinamismo y movimiento de la verbena y la intensidad de los colores del espectáculo. Cuadros de vitalidad que parecen aparecer en la realidad. En el exilio, se fue a Portugal con la embajadora de Chile en Portugal, Gabriela Mistral, quien la ayudó a trasladarse a Buenos Aires invitada a la Asociación de Amigos del Arte a dar una conferencia de la temática popular en la plástica española, siendo inmensamente reconocida como no lo fue en España. Es aquí donde los pinceles perfilan las curvas de mujeres propulsando el arte pop de EE.UU. De regresó a España sin conocimiento de ella, siguió inmersa en la línea de sus lienzos y en 1982 recibió la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes. Pintora de extravagante naturaleza e innata vitalidad e ingenio intelectual reflejado en los trazos de sus lienzos vivos.
MARGA GIL RÖESSET (1908 – 1932)
Marga antes de todo. Única, vanguardista, adelantada al resto. La imaginación al servicio del talento que lucía no tenía comparativa. Menos en su precocidad. Sólo existe un caso histórico en el que un niño adquiere la expresión artística de un autor adulto y es en la música: Mozart. Su idioma era el Arte. Desde pequeña fue motivada a desarrollar su educación de forma paralela a su facilidad artística, manteniendo una actitud abierta y activa frente al mundo que le rodeaba. A lo pronta edad de siete años escribió e ilustró un cuento para su madre, emanando ya una sensibilidad que revuelve toda espera lógica de alguien tan joven. Con doce años mostró la alta disciplina a la que tenía sometido su lápiz al publicar un original cuento, “El niño de oro”, junto con su hermana tres años mayor que ella, en combinación de ilustradora y escritora respectivamente. Un año después, en 1921, llegaría a su culmen pictórico publicando en París “Rose des Bois”, de nuevo con su hermana. Que el dibujo sobresalga de la viñeta, como en los comics actuales, ya lo hacía ella en sus cuentos cuando aún nadie sopesaba tal estilo, por ejemplificar. Su altura modernista y barroca en el detalle le llevo a una confianza superior que no le acomodó, abandonando la pintura para dedicar su adolescencia a la escultura. Lo impensable. Decidió dedicarse prematuramente al trato con la piedra, una de las técnicas más arduas. Con quince años y autodidacta esculpió en piedra la cabeza de una amiga con maestría. A los veintidós, en 1930, se presentó en la Exposición Nacional con una estatua nombrada “Adán y Eva” que triunfaría con gran repercusión. “Yo intento siempre operar sobre mis esculturas de adentro a fuera, es decir, trato de esculpir más la idea que las personas, mis trabajos en cuanto a las forma manifiestan su interior” confesaría. Tras numerosas esculturas y dibujos, destaca la participación ilustradora para “Canciones para niños” (1932) en el que los dibujos parecen influidos por los que Antoine de Saint-Exupéry realizó para “Le petit Prince”si no fuera porque se publicó once años antes que la novela francesa. A pesar de su temprana muerte a los veinticuatro, destruyendo casi toda su obra con ella, aún se conservan un total de dieciséis esculturas y más de doscientos dibujos, cantidad sobrada para estimar su talento cruelmente olvidado.
Sevilla, 24 de febrero de 2016.
Laura Campos
Alberto Revidiego