La Libertad de Prensa celebra un importante aniversario de casi cuatro siglos. Una lucha diaria en la que el periodismo no puede olvidar su responsabilidad frente a los ciudadanos.
La censura es la vileza más descarnada a la inteligencia de un pueblo. Pretende desarmarlo, embrutecer su razón, vulgarizarlo en oscuridades que los hagan indefensos y manipulables, porque quienes ostentan cierto poder siempre han estado obsesionados con impedir la difusión de ideas contrarias a sus intereses desde el primer día que pisó la calle el invento de Gutenberg.
Dicha pretensión ha sido habitual en cada época histórica que gozó de difusión impresa, con mayor o menor éxito. Siendo víctima empírica de tales revisiones previas a la edición de cualquier texto, un inglés llamado John Milton se rebeló públicamente en la Inglaterra de 1644, con su ensayo bautizado “AEROPAGÍTICA. Discurso sobre la Libertad de Prensa”, publicado un día como hoy, 23 de noviembre, de hace ya casi cuatro siglos.
En dicho alegato se batallaba por la Libertad de Impresión, alzándose contra la censura previa establecida por el Parlamento años antes. Desarrolló con tenaz persuasión su teoría de la superioridad de la Verdad, fortalecida mediante la lectura y el debate, en la opinión formada, al margen de todo cautiverio mental pretendido por las cofradías del juicio y reproche. “Detesto a un alumno que se cree maestro, no soporto a un instructor que se me presenta con el visto bueno de un puño que todo lo supervisa. No sé nada del censor, solo que ha puesto ahí, vehículo de su arrogancia, su mano. ¿Quién será capaz de garantizarme su criterio?”, se cuestionaría asqueado por la presunción de estúpidos o débiles que atribuían a las gentes sencillas con tales supervisiones prohibitivas, como si no pudiesen asimilar la información que no había sido premasticada por los censores.
En 2015 el poder sigue siendo el poder. Tal vez la censura de entonces se transmutase en manipulación o en “líneas de pensamiento”, siendo políticamente correctos. Quizás cohabite con la tarea informativa en el silencio entre líneas. Sea como sea, el periodismo no puede olvidar que tiene el deber de defender el pensamiento libre. Informar sobre la Verdad por medio de la Libertad de Expresión para comunicárselo a los ciudadanos. Y es precisamente este aniversario ocasión idónea para hacer gala sentimental contra toda manipulación de lo escrito y publicado, sorteando una vez más ese grito roto del periodismo.
Se trató de no dejar indiferente a defensores y detractores de ese deber. Quizás la más repercutida conclusión de Milton en su discurso rezaba que “los libros no son materia absolutamente inerte; por el contrario, llevan dentro una vida potencial que los convierte en tan activos como puede ser el espíritu mismo a cuya raíz pertenecen”. Y es que asimilaba el libro al hombre, incluso lo superponía en trascendencia, señalando que “matar a un buen libro es, casi, matar a un hombre”, ya que consideraba esa censura como un ultraje a la dignidad del escritor, a la de su texto, incluso a la del eventual lector, figurando como “una agresión que hiere más la inmortalidad misma que una vida”.
Sir Francis Bacon, célebre intelectual anglosajón, expresó alguna vez que “esos libros censurados no son otra cosa que el lenguaje de los tiempos”. ¿Y en qué idioma se expresa nuestra época? La respuesta es directa: Internet. La posibilidad de llevar la Libertad de Expresión al extremo de su concepción, el aplauso grande, el Olimpo de los mortales que quieren conocer. Cabría preguntarse si hacemos uso fructífero o baldío del mismo. Si sufrimos censura a mayor escala o nos hayamos blindados a ella, el sueño de Milton. Esto ya son puertas que corresponde a cada uno abrir o dejar selladas. En un día como hoy lo único que no debe perderse es el deseo de Libertad, tanto para informarnos como para expresarnos. La lucha es diaria, el éxito inestable, pero lo contrario supondría un purgatorio de ignorancia y error.
Que este artículo quede como humilde y sentido homenaje a John Milton y su Aeropagítica, la cual germinó en este vital cambio de pensamiento para el Periodismo en particular, y las poblaciones en general, marcando un primer paso en el territorio de la Verdad. Intención que no debe desdibujarse en la diaria labor informativa.
“Dadme la libertad de saber, de hablar, de discutir libremente según mi consciencia, por encima de cualquier otra libertad”.
Sevilla, a 23 de noviembre de 2019.
Alberto Revidiego